El hotel Mandarin Oriental había organizado la tradicional fiesta de bienvenida al estío en su célebre patio de mimosas. Beatriz no prestaba atención a las risas divertidas del resto de los huéspedes. Sentada en una mesa sola y a punto de iniciar el ritual diario, repentinamente sacó a la luz una desconocida fuerza interior. El vaso de vino colocado ante ella dejó de ejercer su hipnótico atractivo. No tenía sentido alguno desperdiciar la vida ante una botella ni dejar pasar los últimos años de juventud consumida por el alcohol.
Allí finalizaba una convulsa etapa de su vida y empezaba otra, desconocida pero esperanzadora. Se despidió de todos y salió del patio con ilusiones renovadas. En el ascensor vio un billete de cincuenta euros tirado en el suelo y lo recogió. La dicha se multiplicó y decidió celebrar su suerte volviendo a la fiesta a tomarse una buena copa.
Albert Sanz
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