Posé mi nariz en el cristal, dejé que mi aliento lo empañara y contemplé la escena:
Era una pequeña estancia, el suelo de mármol, la luz tenue y romántica. Había una pareja sentada sobre unos taburetes de aspecto frágil. Entre ellos mediaba una mesita de cartón improvisada. De un teléfono móvil salía una melodía de violín.
La pareja se miraba embelesada mientras degustaba con placer unas gambitas de Huelva, un exquisito solomillo Strogonoff y una lujosa tarta Capuchina. Para beber, un reserva servido en vasos de papel…
Un guardia se acercó a mi:
-¿Puedo ayudarle?
-No-contesté ocultando en vano la escena.
El guardia golpeó el cristal con sus nudillos.
Del cajero automático salió un mendigo y dijo: me he encontrado un boleto premiado para una cena romántica y he pedido que nos lo trajeran aquí porque en el puente hace frío.
El guardia dijo: que disfruten, caballero.
Y se fue.
Ana Gómez Quevedo
Deja un comentario