Quiso el destino que Papá nos dejara un día antes de sus cumpleaños. ¡Qué ironía! Su manera celebrar sus aniversarios no tenía nada que ver con las celebraciones convencionales: era él quien nos hacía un pequeño regalo a cada uno de nosotros. «No quiero nada», argumentaba, y su explicación era muy sencilla: el mejor regalo es mi familia. Eran regalos nada ostentosos pero con una carga de cariño que los convertían en impagables. Poesías, reflexiones personales, consejos, … cada uno teníamos nuestro regalo personificado.
A medida que avanzaba su enfermedad comprendió que no tendría la oportunidad de celebrar su siguiente aniversario con nosotros, así que lo dejó todo dispuesto para que ese día nos hicieran llegar su último regalo. Su último regalo fue una emotiva carta a todos nosotros, su familia, donde nos agradecía cada uno de los años que habíamos compartido con él. Su felicidad era la nuestra.
Susana Gómez
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