Luna nueva, un disparo, en el cielo. Agujero negro, en el pecho del firmamento. Mirada fija, hacia el infinito, apretó el gatillo. Un temblor de manos, del arma cargada, sin remordimiento. Una mujer oscura, sin encontrar fondo, le atravesó el corazón. Se contrajo el útero, cópula con la sombra, que expande el universo. Se ensució las manos, una obsesión, de polvo sediento. Emplasto en la herida, la sangre que brota sin encontrar cauce y la muerte que bebe del manantial de su corta vida.
Ángeles López
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