Apenas podía creerlo…
Tras haber estado investigando casi tres semanas el secuestro de María Ripoll, justo cuando estaba a punto de abandonar recibí aquella carta en mi despacho. Había escritas tres palabras: “Tu respuesta, aquí”. Después, una dirección. Me llevó hasta un viejo hotel abandonado. La puerta estaba entreabierta, así que me adentré. Paredes desconchadas, capas de polvo, todo indicaba que no había nadie. Llegué a una estancia y escuché un ruido bajo mis pies. Gritos. Moví la cama y había una trampilla. La abrí. Unos escalones me llevaron hacia el ruido. Allí estaba María Ripoll, amordazada y atada a una silla. Entonces lo recordé todo. El secuestro, cuando la llevé al hotel, a mí escribiendo la nota.
Apenas podía creerlo…
Ahora sabía quién era yo, lo que iba a hacer. Sus ojos estaban bañados en terror. La imaginé bañada en sangre y sonreí. Había cerrado un nuevo caso.
Tomás Valladolid
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