Todo empezó a ir mal, y aquel hombre menudo era la clave.
Se escondía detrás de unas brillantes gafas para que nadie viera que en esos ojos, no habitaba alma alguna. Con su voz amable era capaz de hipnotizar a jefes de estado; presidentes de multinacionales o poderosos magnates rusos.
Pero él era el problema, solo la clave para llegar al mismísimo mal.
Intentaba dominar el mundo, su mundo, pero seguía anclado a las faldas del que hacía estremecer al pueblo, y sin ser consciente, solo era un títere, como todos los que creían formar parte de la cúpula del poder.
Pero todo aquello iba a terminar.
Solo faltaban dos meses para que el pueblo se levantara de sus sillas, aunque, de eso, no era consciente ni el mismo pueblo…
Aroa Calvo
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