Como cada sábado había ido a buscar setas. Ya en casa se comió un buen puñadito de ellas. Siempre le habían encantado las setas. Satisfecha, se sentó en el sofá con su copita de anís. No tardó en adormecerse. Al despertar, se encontraba en casa de sus padres y vio que las paredes estaban salpicadas con sangre. Marta se asustó. Se levantó y corriendo fue a la habitación de sus padres. El espectáculo era esperpéntico. Su padre yacía muerto con un cuchillo clavado en la garganta y su madre estaba cosida a puñaladas. ¿Quién podría haber hecho eso? –se preguntó llorando. Entonces tuvo una inspiración y miró sus manos. Chorreaban sangre. Había sido ella. Se oyó un fuerte ruido y Marta despertó de nuevo en su sofá. Había roto el jarrón de la mesita. Entonces descubrió que todo era falso, que, sin duda, se había comido una seta alucinógena.
Fabiola Sofía Masegosa Gayo
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