— Mañana hay fríjoles — se escucha en la casi extinta noche. Algunos mendigos se preparan para no estropear sus estómagos con melancolía. En tanto, lo que era la colilla de un cigarrillo ahora es una isla en medio del mar sangriento que mana de la cabeza de un joven pintor callejero. No existen cenas en la calle, solamente aguardiente que se sirve a manera de agua de Leteo en la esquina donde todos asisten para hacer de su memoria siempre olvido.
Jhon Felipe Benavides Narváez
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