Edificios a mi alrededor. Se visten de gala. Saben de mi presencia. Quieren agradarme. Algunos son inmortalizados por equipos fotográficos. Pero a mí no pueden engañarme. Sólo me cuentan la verdad disfrazada. O lo que es lo mismo, mentiras. Prefiero colarme en sus entrañas y buscar la verdad de su patio de manzana. Me cuentan toda su crudeza. Sin disfraces, sin ambages… Escucho el conversar de sus gentes. Sus llantos, infantiles y no tanto. Gritos, risas… todo tiene cabida. El sonido de la caja tonta. El de una canción por encima del nivel deseado. Sonidos de cubiertos, de cazuelas en ebullición, de ronquidos… Me regalan olores de naturalezas bien distintas. Aromas a ropa recién lavada, a guisos mañaneros, a tierra húmeda en macetas deslucidas… Colecciono patios de manzana, sí. Los inmortalizo en mi retina. Pero todavía ninguno ha logrado superar al de mi infancia. Les falta el ingrediente principal. Tú.
Juan Antonio Extramiana
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