Eva mordió la manzana y el jardín se convirtió en una ágora griega. En el centro estaba la dorada fruta que había mordido, sembrando la discordia entre tres mujeres divinas. Eva la tomó antes de que estallara una guerra y viajó a Barcelona.
En una terraza, a la sombra de las mimosas, aquél tipo escribía con un ordenador en el que habían grabado una manzana mordida. Antes de que el tipo pudiera terminar su historia, Eva desapareció para siempre.
Jordi Luque
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