«Lola déjame un poco de sal», «Carmen ponme los rulos», «Mari vigila los niños»
En nuestra vecindad, estas frases eran de lo más habitual. Nos conocíamos de toda la vida y allí nadie movía un dedo sin que la vecina del 4º, o la del 5º diera su opinión sobre cualquier asunto en cuestión.
De vez en cuando había algún rifi rafe que, dicho sea de paso, venía a dar un poco de vidilla a la paz que reinaba habitualmente pero lo cierto es que los días se sucedían uno tras otro sin que nada pertubara aquella monotonía.
Pero un día caluroso de Julio llegó la Reme al vencindario. Larga melena rubia al viento, zapatos de tacón… Pronto empezaron las habladurías, que si era viuda, que si era divorciada… pero de hecho la Reme no soltaba prenda, ni negaba ni asentía, la Reme simplemente se reía.
Mª Mercedes Seijas
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