Tras mi terrible accidente fui recuperando movilidad y normalidad hasta el día que volví a estornudar… Fue increíble, un dolor insoportable recorrió mi columna vertebral y sentí un hormigueo atenazante en brazos y piernas. Después descubrí que apretando las nalgas se amortiguaba el dolor. Así que entrené mis posaderas hasta tal punto que durante el proceso se me fueron los complejos de golpe. Ahora tengo el trasero redondo y prominente aunque la edad no perdone la flacidez glútea, el vientre abombado, el pecho caído o las patas de gallo. Pero pensé que a partir de ese día me iría mejor la vida con un culo aparente que con una cara bonita. Envejece peor la cara que el culo, además así se estornuda estupendamente. La vida es más fácil con un cuerpo indulgente, útil y seguro. Cada año celebro ese día, el día que aprendí a ser y no a parecer.
Beatriz Langa
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