Mientras se desnudaba, vacía de sentimientos hacia aquel hombre, se preguntaba a sí misma si aquello era lo que quería hacer, si estaba dispuesta a regalarle su virginidad a un joven con unas cuantas copas de más que no buscaba más que saciar una voraz apetencia sexual, reprimida desde hacía meses y obcecada en acabar con su crónica existencia.
Continuaba preguntándose pero el ron barato de aquel jueves de estudiantes no le permitía llegar a ninguna conclusión clara.
Continuaba preguntándose, pero sus ansiosas manos ya habían retratado por completo cada parte de su cuerpo, continuaba preguntándose… pero ya no había intimidad entre ambos, y él no paraba de repetir aquella frase »esto te gusta, ¿verdad? ¿te gusta?»… Continuaba preguntándose… pero ya era tarde, no quería seguir con aquello… pero el sol ya empezaba a despuntar, era demasiado tarde… la cama estaba vacía… y su alma quebrantada…
Ana Fernández Velasco
A veces es demasiado tarde para lamentarse. Logras trasmitir esa desazón. Te deseo mucha suerte.