Te fuiste sin despedirte, sin apenas avisar. Dejaste madre e hijo, dejaste incomprensión y hostilidad. Rabia contra un dios inexistente, dolor y angustia duros como el metal. Todo en el día del aniversario de la que fue tu esposa. Si tú eras la alegría, mi amado tío, ¿cómo podremos ahora cualquier cosa celebrar?
Héctor Anaya
Deja un comentario