No sé ni cuántos años pasaron, lo cual es un signo claro de que fueron demasiados. La mezcla de sensaciones que sentí son dífíciles de explicar, dolor y júbilo al mismo tiempo, recuerdos de sufrimiento entrelazados con amor. Lo cierto es que nuevamente me había hipnotizado. Y de repente tuve miedo, miedo a volver a sufrir, por supuesto. Miedo a perder lo que ahora daba sentido a mi vida. En un momento de cordura dudé si lo mejor sería ocultarse, pero fue tarde. Entre las ramas de los plataneros del patio observé como levantaba la mirada y, casi al mismo tiempo, como si el brazo no obedeciera mis pensamientos, alcé la mano y la saludé. Con un gesto me rogó que bajara. Asentí. No sabía si iba a cometer el mayor error de mi vida, pero mientras saltaba peldaños algo en el estómago me recordaba que volvía a estar vivo.
Alberto Serrano
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